Matrimonio Cristiano, natalidad y anticoncepción



Autor: P. Miguel Ángel Fuentes
Editorial: Instituto Verbo Encarnado
Año: 2009
Disponibilidad: en stock

A 40 años de la Humanae Vitae.
Un homenaje al amor conyugal 

Planteaba con toda honestidad Pablo VI, al comienzo de su encíclica las dudas y cuestionamientos de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo: 'Consideradas las condiciones de la vida actual y dado el significado que las relaciones conyugales tienen en orden a la armonía entre los esposos y a su mutua fidelidad, ¿no sería indicado revisar las normas éticas hasta ahora vigentes, sobre todo si se considera que las mismas no pueden observarse sin sacrificios, algunas veces heroicos?' (HV, 3). Dicho de otro modo: ¿están los hombres de hoy en condiciones de aceptar una doctrina moral exigente?

Esfuerzo individual y familiar' (o conyugal, que es lo mismo), significa 'cruz'. Entonces el problema de fondo-fondo es el problema de la cruz; es decir, el lugar que la cruz ocupa en la propia vida y en la familia. 'El que quiera ser mi discípulo cargue su cruz y me siga', dice el Señor (cf. Mc 8, 34). No dijo 'la' cruz, sino 'su' cruz. Hay cruces comunes y cruces específicas. Todos tenemos cruces comunes: enfermedades, muerte, pobreza, fatiga, fracasos, etc. Pero además de estas, hay cruces propias: según el lugar social, la edad y el estado de cada uno. En el terreno de la afectividad y de la sexualidad, las cruces del soltero y del célibe tiene que ver con la dificultad de vivir la castidad de un modo total, como plena abstención de su genitalidad; las del viudo y de la viuda, como abstención a par tir de la viudez y mientras no vuelvan a casarse; las del casado y de la casada, tienen que ver con el modo en que ejercitan su sexualidad y la aceptación de los hijos que puedan concebirse. Evidentemente, no todo es cruz, ni mucho menos, pero no puede evitarse que surjan cruces.

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